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La verdadera historia de Superman


Informe sobre la vida de Christopher Reeve, el verdadero Superman.  
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EL 10 DE OCTUBRE DE 2004 CHRISTOPHER REEVE DEJABA EL MUNDO DE LOS VIVOS PARA TRANSFORMARSE EN UNA LEYENDA. AQUI LES VA MI MÁS SENTIDO HOMENAJE A QUIEN, SIN DUDAS, ES EL SUPERMAN DEFINITIVO.

TERRAMÁN

No hace falta ser un genio para darse cuenta que a nuestro mundo le andan faltando héroes. Seres humanos portentosos que, libres de todo egoísmo, nos darían el buen ejemplo para que este feroz siglo 21 parezca un poquito mejor de lo que es. Lamentablemente la corrupción, el "no te metas", la sed de poder, la violencia desenfrenada, el poco respeto por la naturaleza y el hombre mismo nos hacen olvidar con frecuencia lo que es ser un héroe, transformando este concepto en una suerte de ridículo anacronismo de tiempos remotos.

Actualmente nuestros “héroes” cotidianos son una especie de neuróticos personajes que únicamente saben usar la violencia en nombre de la verdad y la justicia y es así que vamos transitando por nuestra existencia sin tener una idea clara de lo que está bien o mal, alejándonos poco a poco de nuestra condición de seres humanos.

La desazón y un oscuro sentimiento de fatalidad agobian nuestras vidas, como si fueran unas terribles cargas pesando sobre nuestras espaldas, impidiéndonos mirar hacia los cielos en busca de alguna señal esperanzadora. Pero si nos esforzamos en mirar bien entre las nubes de ese tormentoso cielo, quizá podamos ver una figura surcándolo velozmente.

¿Es un ave?...¿Es un avión?...No, es el verdadero Superman: Christopher Reeve.

Algunos despistados se preguntaran, a esta altura del artículo: ¿qué tiene que ver un actor de Hollywood con todo lo que leyeron más arriba?, y yo les contesto que no es necesario tener una capa o un traje ajustado de brillantes colores para ser un auténtico héroe. Un héroe es aquella persona común que en circunstancias desesperadas realiza hazañas extraordinarias.

Christopher Reeve fue una de ellas. Él fue un claro ejemplo de lo que podría llegar a ser una persona si esta se atreviera a enfrentar su propio egoísmo y mezquindad.

Esta es la historia de la caída y resurrección del verdadero hombre de acero.

Christopher Reeve nació en la ciudad de Nueva York el 25 de Septiembre de 1952 y ya desde joven sintió el llamado de las tablas. Debutó a los 15 años en el Festival de Teatro de Williamstown y de ahí en más no dejó nunca de lado esa pasión. Su carácter multifacético lo llevó a alternar sus estudios en el Princeton Day School con tareas tan disímiles como la actuación, cantante de coro y como director de orquesta de su escuela. Cuando se graduó viajó por Europa y EE.UU., trabajando en cuanta obra teatral iba surgiendo, las cuales le sirvieron para obtener una mayor experiencia.

Sus primeras incursiones fueron en el teatro junto a Katherine Hepburn, en obras como The Irregular Verb of Love y Matter of Gravity, un papel secundario para la miniserie Love of Life y una película junto a Charlton Heston y David Carradine, conocida como Gray Lady Down (1977).

Pero la verdadera fama llegaría de la manera más inesperada de la mano de uno de los mayores iconos culturales del siglo XX, que lo haría trascender más allá de las fronteras de su país. Basándose en el personaje que Jerry Siegel y Joe Shuster habían creado en 1939, conocido por todos nosotros como Superman, el director Richard Donner vio en el joven Reeve a la perfecta encarnación del hombre de acero.

Por supuesto, la pegó.

Con un gran presupuesto y un elenco multiestelar, conformado por Margot Kidder, Marlon Brando, Gene Hackman y Glenn Ford, se estrenó en 1978 Superman: La Película, la cual catapultó al éxito tanto al héroe de los comics como al actor que lo había encarnado. Y no fue por pura suerte, ya que el novel protagonista realizó una composición de personaje de lo más brillante, ofreciéndonos un torpe, tímido y creíble Clark Kent, en contraposición de una imagen heroica difícil de ser superada.

Había nacido el Superman definitivo.

A este millonario éxito le seguiría una secuela en 1980, considerada por muchos como la más fiel a los comics de esos tiempos, en donde el hombre de acero se enfrentaba a unos criminales de Krypton (liderados por Terence Stamp) que han escapado de la Zona Fantasma. Este segundo megaevento cinematográfico se encargaría de afianzar aun más su futuro económico y artístico. Aun así, lejos de dormirse en los laureles de la fama, Reeve actuó en varias producciones de importancia como En Algún Lugar del Tiempo (1980) junto a Jane Seymour, la excelente Trampa Mortal (1982) que contó con la actuación de Michael Caine y Monseñor (1982).

Pero el superhombre vestido de malla azul y capa roja no quería soltar tan fácilmente a la presa que le había devuelto el fervor popular, por lo que el actor volvió a retomar ese papel en la no tan lograda, pero efectiva, Superman 3 (1983). Ya en plena decadencia, y corriendo serio riesgo de terminar encasillado con el personaje, Reeve protagonizó Superman 4: En Busca de la Paz (1987), un bodrio digno del mayor de los olvidos.

En un intento por escapar de la maldición que significaba el haber interpretado a Superman, continuó con su ardua labor actoral, en películas más o menos buenas, sin perder jamás el entusiasmo que era tan innato en él. Entre las más conocidas podemos citar: Silencio, se enreda (1992), Lobo de Mar (1993) -una miniserie con el duro Charles Bronson-, Lo que Queda del Día (1993) con Anthony Hopkins y Emma Thompson, y la remake de El Pueblo de los Malditos (1995), a cargo de John Carpenter más la actuación de varios famosos venidos a menos como Michael Pare, Mark Hamill y Kirstey Alley. A pesar de algunos tropezones, la vida de Christopher Reeve parecía estar marchando viento en popa.

Pero los hados de un perverso e inexorable destino lo estaban aguardando.

Cuando iba a filmar Superman: La Película, Reeve se sometió a un régimen estricto de ejercicios y dieta, con el fin de dar el porte del personaje. Ello lo llevó a entusiasmarse con la actividades deportivas como las pesas, la natación y el que se transformaría en una de sus pasiones: la equitación, llegando incluso a participar en competiciones de carácter profesional. Mientras realizaba una de sus prácticas, tuvo la desgracia de caer de su montura, lo que ocasionó una severa lesión de la espina dorsal.

Fue así como Reeve, que había llegado a volar sobre la ciudad de Metrópolis defendiéndonos de las fuerzas de mal, quedó definitivamente tetrapléjico sin ningún tipo de movilidad posible y debiendo estar permanentemente conectado a un respirador artificial para mantenerse con vida. Sus familiares (incluida su propia madre) viendo el estado en que había quedado, ordenaron que le fueran desconectados los aparatos para que pudiera morir con dignidad. Solo gracias a la ayuda de su segunda esposa Dana Morosini y su hijo Will, que se habían negado a bajar los brazos, Reeve pudo vencer ese nefasto destino que lo estaba aguardando. El apoyo dado por ellos, y sus propias ansias por seguir vivo, lo ayudaron a pasar el terrible trance en el que estaba envuelto. Imbuido en el espíritu de lucha propio de un superhéroe se prometió volver a caminar, a pesar de todas las vallas que tenía por delante.

Para ello decidió consagrar su existencia en ayudarse a si mismo y a la gente que tenía los mismos problemas que el padecía. Fue así como creó la Christopher Reeve Paralysis Foundation, una organización sin fines de lucro dedicada a la investigación de diferentes métodos (entre ellos la experimentación con células madres) para que en un futuro no muy lejano las personas afectadas por diversos tipos de parálisis pudieran volver a caminar. También se transformó en tenaz luchador, ante el gobierno del sheriff Bush y compañía, por los derechos de los discapacitados y los pobres sin hogar (junto a otros famosos actores como Susan Sarandon y Alec Baldwin).

Pero lo más maravilloso de todo es que, pudiendo mover únicamente un par de dedos y la cabeza, Reeve volvió a la actuación, sorprendiendo tanto a colegas como a sus incondicionales admiradores. En 1988 protagonizó la remake de La Ventana Indiscreta y participó en la serie Smallville, interpretando al científico millonario Virgil Swann, que se encargará de revelar al joven Clark Kent su origen extraterrestre. Pero lo más emotivo sería su presencia en la entrega de los Oscar de 1996, en donde fue ovacionado por todos los concurrentes. Con el tiempo, Christopher Reeve se transformó en un ejemplo de la capacidad de superación que todo ser humano debería poseer ante las adversidades de la vida.

Lamentablemente, el destino le volvería a jugar una mala pasada a quien, ante los ojos del mundo, se había transformado en un verdadero Superman. El 10 de Octubre del 2004, una complicación secundaria a un problema pulmonar, propio de su estado de parálisis, lo llevó a sufrir una descompensación cardíaca de resultados fatales. Cuando me enteré de su deceso, un profundo dolor ganó mi corazón pues consideré muy injusto que este auténtico superhéroe se hubiera ido de nuestro lado, habiendo tanto villano suelto por el mundo.

Ya sé que en nuestra actualidad los héroes son bastante difíciles de encontrar, pero viendo todos los logros presentes en la vida de Christopher Reeve me doy cuenta por fin que ese espíritu solidario no está totalmente muerto y que no es necesario ponerse una capa para poder ayudar al prójimo, aunque sea con un simple gesto de buena voluntad. Ello nos lleva a pensar que, a pesar de las agobiantes cargas que tenemos sobre nuestras espaldas, aun es posible mirar hacia los cielos en busca de alguien que nos defienda y nos dignifique. Y en ese cielo quizá podría llegar a verse una figura surcándolo a toda velocidad.

¿Es un ave?...¿Es un avión?...No, amigo mío, no se trata de Superman... aunque quizá podríamos ser nosotros mismos.

Sobre el autor
Ted Kord
Editor
Lector de Comics
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